Bulos (fakenews): mentiras que vuelan

Un viejo dicho propone que no debemos creer que los chanchos vuelan.  Cierto, ni chanchos ni burros vuelan porque no son aves, ni tienen alas ni motores para desplazarse por el aire. Pero lo que sí tenemos que creer es que los bulos vuelan (no los burros).

Aunque “bulo”es un término que no se usa frecuentemente, es la palabra correcta para mencionar la información falsa, la noticia fabricada con alguna intención que usa las medias verdades, es decir un “fake news”.

Intentaremos explicar por qué esas noticias falsas viajan a mayor velocidad, y por qué, en la actualidad, muchas noticias no siempre son “periodísticas” en el sentido estricto del término, sino que suelen ser mensajes de parte interesada.

La campaña electoral y la fábrica de bulos

Previamente, hablemos de la narrativa vigente.  Es el conjunto de informaciones, opiniones y percepciones que constituyen una tendencia relativamente duradera en una comunidad dada.  Son marcos de referencia que hacen que determinadas noticias ganen extraordinaria sensibilidad e impacto en la opinión pública.

Por ejemplo, el feminicidio y el abuso contra la mujer; la pandemia del coronavirus, así como la campaña electoral en el Perú, son tendencias que enmarcan la actualidad.  Si una información trata un tema que se inscribe en esa narrativa vigente, entonces entra en un caudal que fácilmente se torna en avalancha en las redes sociales y eventualmente en la prensa.

Actualmente, la campaña electoral en el país, es el marco de referencia de mucha información pública, y es parte de esa narrativa vigente.  Lamentablemente, los que aspiran a figurar y ganar una posición de poder político, terminan difundiendo bulos.  Como se ha visto, muchos candidatos se creen sus propias mentiras, incentivan críticas infundadas hacia sus oponentes, y comparten datos sin verificación.  Todo lo cual causa más desinformación entre los electores, y no pocas veces, equívocos políticos mayúsculos.

Entre muchos casos, y en una entrevista de televisión un candidato político, empleando cierta información aparentemente verdadera, hizo una interpretación forzada de los datos para decir que las vacunas chinas no tienen eficacia, que son agua destilada que causan la enfermedad en los vacunados, más o menos.

Y se armó el revuelo.  Tanto el periodista, el medio, como el candidato, estuvieron felices de estar en el ojo de la notoriedad.  No importa que hablen mal de uno, con tal de que hablen. El gobierno y los medios opuestos a dicho candidato salieron a responderle.  Y así, siguieron los dimes y diretes.

El problema es que las noticias falsas no son una excepción ni están perseguidas ni sancionadas. Se usan con absoluta irresponsabilidad. ¿Por qué ocurre esto?  Usualmente porque hay vacíos en la información, porque la información falsa viaja a gran velocidad y porque siempre hay intereses particulares detrás de ello.

El vacío de explicación. Al igual que los rumores, que son informaciones no confirmadas o de fuente dudosa, los bulos son novedades que pretenden llenar un vacío de información y explicación.  Cuando la gente está necesitada de orientación, cuando los temores acechan, cuando se requiere un mínimo de certezas para seguir tomando decisiones cotidianas, entonces hay una demanda de explicación.

Si las autoridades o las fuentes que deben llenar ese vacío de explicación no responden, otros se aprovechan para dar información llamativa, exagerada, ruidosa, que busca crear percepciones favorables a sus intereses.  Se produce, entonces, abundante información, sin claridad.  Contenidos orientados a impresionar, no a explicar.

La gente siempre trata de creer en algo o alguien.  Y pocas veces analiza, investiga, consulta, sopesa; normalmente, acepta.

La velocidad de difusión. Los contenidos falsos circulan más y más rápido (1). Según investigaciones, lo novedoso causa sorpresa y disgusto, y alienta la difusión; el enfado acelera el boca a boca, más que la tristeza o la confianza.

Parece que el atributo esencial de las informaciones falsas es la novedad, pues suelen ser muy llamativas.  Y como seres humanos, cuando nos enteramos de algo insólito, sorprendente ¿qué hacemos?, lo comunicamos.  Lo recirculamos, no necesariamente porque creamos en esa información, sino porque al comentarla a otros, les transferimos también la responsabilidad de saber qué hacer con ella.

En temas sociales y políticos, las mentiras tienden a reforzar las creencias o prejuicios de la gente, por muy equivocados que sean.  O sea, una falsedad confirma las sospechas o las convicciones de gente que está predispuesta a ello.

Adicionalmente, cuando la mentira es tomada por otros medios, incluso de prensa, como dato a considerar sin verificarla, la falsedad se viste de verosímil; y así, lo que parecía una mentira escandalosa comienza a “ser” verdad.

Y, en las redes sociales, los contenidos que ganan velocidad son “premiados” con la visibilidad, la viralidad, y su figuración como tendencia, por tanto, eso estimula la producción de contenidos sin sustento.

Los intereses particulares.  Cae por su propio peso que los bulos, son inventados por alguien que tiene una intención determinada.  Responden a una expectativa de cosechar en beneficio propio o en favor de intereses no públicos.

Parte de ello son los incentivos perversos de la notoriedad en redes sociales, que estimulan los afanes de figuración de los llamados “influencers”.  Seamos claros, hay muchos opinadores que mueren por la recompensa del llamado clickbait, el cebo de los clicks.  Eso les da más peso para influir, pero además les beneficia con avisos publicitarios y compensaciones económicas de las propias plataformas en las que actúan.

Tampoco se puede obviar que cuando se trata de crear tendencias de opinión, en las redes sociales se usa perfiles falsos, motores que reproducen las novedades (bots) para abultar artificialmente el número de seguidores de un personaje, o para reforzar la tendencia de un contenido.

Por último, es evidente que la impunidad y el anonimato estimulan la expresión o el apoyo a informaciones indocumentadas.  Nada cuesta opinar, nadie te castiga por sumarte a la lista de los que hacen click o reenvían noticias inverificadas.

Entonces, la verdad en las redes sociales y en algunos medios de comunicación termina siendo una pieza de museo.  La certeza huele a naftalina; y suena pasado de moda todo afán de verificación de datos, cotejo de fuentes, contraste de opiniones.  Es decir, se está depreciando el criterio de buscar la verdad, de valorar la relevancia social de un texto antes de ser publicado.

 

1).- Fuentes:

Vosoughi S.The spread of true and false news online,” Science (2018). science.sciencemag.org/cgi/doi … 1126/science.aap9559

ImagenPandemiaLazer at Northeastern University in Boston, MA el al., “The science of fake news,” Science (2018). science.sciencemag.org/cgi/doi … 1126/science.aao2998

-citado por revista Muy Interesante: https://www.muyinteresante.es/tecnologia/articulo/la-ciencia-confirma-que-las-fake-news-se-extienden-mas-rapido-que-la-verdad-581520594406; consultado 3 de febrero 2021.

BBC.com/mundo; Porqué darte noticias falsas es buen negocio; consultado abril 2021.

FOTO: Thinkstockphoto, tomado de BBC.com