Pornografía infantil y crisis en los colegios.

En estos días se ha divulgado —con tono de escándalo— el caso de unos alumnos de secundaria que habrían trucado fotografías de sus compañeras y que luego las vendieron. Las agraviadas: un grupo de adolescentes cuyos rostros habrían sido montados sobre cuerpos desnudos, vía inteligencia artificial (IA). Los autores: sus propios compañeros de aula, que lucraron con las imágenes.

No es la primera vez que algo así ocurre en el país. La cuestión es la nula o tardía capacidad de reacción del colegio involucrado. Lo cual lleva a la apreciación de que las instituciones que se encargan de temas valorados y sensibles como la formación de los niños y la moral, simplemente no saben cómo reaccionar ante la avalancha mediática.

La crisis, desde el punto de vista experto, es realmente crisis cuando el tema salta a los medios de comunicación pública. O sea, es la visibilidad de los hechos lo que echa gasolina a la hoguera y en ese momento las llamas alumbran o queman a mucha gente. Para que esto ocurra, obviamente deben existir algunos elementos, como el interés público. El escándalo está garantizado por la posible comisión de delitos como el acoso virtual o la pornografía infantil, y el morbo que genera el caso de supuestas adolescentes desnudas.

Más allá del reciente caso, toda crisis pública impacta el equilibrio emocional y la capacidad de tomar decisiones de los actores involucrados. En otras palabras: para situaciones en los que hay mucho por investigar y donde la honra o la integridad de menores está en juego, lo peor es provocar o mantener el escándalo.

Si los padres de familia convocaron a los medios, posiblemente no pensaron en que la mayor notoriedad del caso perjudica más a las propias chicas afectadas, pues atrae más atención y mayor cobertura mediática. Tampoco pensaron por su indignación (o afán de venganza) que los menores supuestamente autores del delito, son tan adolescentes como las chicas agraviadas y que también requieren una atención especial.

Si el colegio no respondió de inmediato a las denuncias y a las exigencias de los padres de familia (que los supuestos autores no sigan asistiendo a clases), supone una falta de reflejos y la impreparación para este tipo de sucesos que pone a prueba la idoneidad de la institución. El colegio no puede excusarse con medias verdades: las faltas o delitos se perpetraron fuera del ámbito del colegio; los alumnos no pueden ser expulsados en pleno año escolar; la responsabilidad última de la conducta de los chicos es de los propios padres de familia.

Aunque esos u otros argumentos puedan ser ciertos, el colegio, y sus directivos, no pueden desligarse de lo que ocurre a sus alumnos y a su comunidad. Una institución educativa, lo menos que puede hacer es tener presencia, ser convocante, facilitar la comunicación; mediar para que las diversas autoridades que ahora reaccionan puedan tener un relato ordenado de la situación.

¿Qué es lo recomendable?

Cuando ya se da la crisis, la institución involucrada, debe actuar de inmediato, afrontando la situación mediante algunas acciones. Primero, un buen diagnóstico. Hay que reunir la mejor información posible y proyectar la evolución de los hechos.

Segundo, definir una estrategia de respuesta que suponga: contener el problema, evitar que siga escalando o que se agrave; comportarse adecuadamente; y comunicar de modo activo la posición institucional y el progreso de las decisiones.

Tercero, definir qué es lo esencial que deben cuidar a toda costa. Este último aspecto es relevante cuando el escándalo enciende las emociones y fuerza a tomar decisiones. Toda entidad educativa debe cuidar la confianza. No debe defraudar a los alumnos, padres de familia ni a su comunidad. Es ante los problemas cuando mejor se valora la entereza de los directivos, la cohesión de la organización, la validez de sus principios.  Todo ello, aunque cueste, aunque en el momento se reciba críticas o se inviertan esfuerzos y recursos extraordinarios.

Finalmente, como aquí siempre decimos, lo peor en una crisis es la impreparación. Los colegios y otras entidades educativas deben elaborar sus planes de prevención de crisis, como cualquier otra organización. Ya no hay cotos cerrados, ni espacios privados que no puedan ser públicos. La prevalencia de las redes sociales y la adicción al escándalo por parte de los medios, empareja a todos por igual. Los titulares no perdonan.

Foto:noticias.imar.mx/blog

 

 

 

 

 

Comments

rodolfo

Muy claros y concisos los tres puntos para la contención de una crisis: diagnóstico, estrategia y cuidar la confianza. Y muy oportuno el llamado a que los colegios tengan un plan de prevención de crisis como lo deben tener todas las empresas de diversos rubros. Como bien refieres las redes y la adicción al escándalo en los medios con mayor alcance hacen que cualquier empresa pueda ser protagonista de los titulares demoledores de su prestigio en la semana o quincena. Eso hasta que surja otra historia más llamativa o que se haga un manejo con Etica, Transparencia, Integridad, Coherencia y Agilidad. Para lo cual se requiere sentar en la mesa de las decisiones a un experto en comunicación de crisis junto con los de legal, finanzas por citar áreas que están por descontado en estos momentos…

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Carlos Oviedo

Gracias por el comentario Rodolfo.