Recientemente, GONZALO ZEGARRA MULANOVICH presentó su libro: La democracia del CLICK y del TIKTOK, Ecología mediática y psicología política de las redes sociales, lo que constituye un gran aporte a la necesaria e impostergable discusión sobre las consecuencias del uso masivo de medios digitales que van transformado nuestro modo de pensar y de optar políticamente.
Gonzalo Zegarra, es un consultor de organizaciones, formado en derecho, ex director de la revista Semana Económica, actual presidente de Vistage Peru. Su obra, breve pero contundente, es una suma de reflexiones bien documentadas acerca de cómo las ideologías y opciones políticas se han banalizado debido a la moderna dieta mediática.
De suyo, es un firme alegato para revaluar nuestros criterios de democracia representativa, y un llamado de atención hacia los académicos y políticos, en especial para pensadores políticamente correctos, que siempre navegan a flote sin saber hacia dónde. A continuación, comparto breves extractos de sus argumentos y añado mis comentarios.
Redes y democracia. Como se sabe, con todos sus defectos, la democracia representativa funciona y las elecciones son parte de ella. Debido al dinamismo actual de los soportes digitales, algunos creen que la consulta pública y las elecciones en general deberían implementarse mediante votaciones virtuales, a través de una política tecnoplebiscitaria, indica el libro.
Se cree que elegir políticamente es cuestión de voto electrónico rápido, masivo, económico. Sin embargo, argumenta Zegarra, las instituciones de la convivencia reposan en el pensamiento lento, reflexivo que matizan el impulso en nuestras mentes. La democracia y la economía de mercado suelen ser sistemas colaborativos y competitivos, puesto que nosotros somos tanto cerebrales como glandulares (de pensamiento lento y rápido).
Junto a la inmediatez vigente, está la brevedad. Zegarra cuestiona que se pueda decir algo medianamente inteligente o constructivo para deliberar públicamente en los 280 caracteres de un twitt. Muy bien que todos puedan acceder a expresarse a través de las redes, pero es dudoso que eso contribuya al debate democrático y fructífero, señala.
Estaría retornando la mentalidad de suma-cero, expresa el autor, por la cual no se trata de convivir y progresar, sino de quitarle al otro lo que tiene; así, no hay espacio neutral sino entornos de total conflicto. Diríamos que eso explica por qué ya no vemos competidores políticos o económicos, sino enemigos a los que hay que liquidar. Ver a los demás como rivales supone que no hay reglas o limitaciones, sino violencia en todas sus formas.
Las redes sociales muestran esa tendencia, donde se separan la libertad de la responsabilidad. Es muy fácil acusar, tirar dedo, y poco común hacerse cargo y asumir las consecuencias. La democracia, nos recuerda Zegarra, es intrínsecamente para adultos.
Ya pasó antes. Curiosamente, a mediados del siglo pasado, el intelectual aprista Luis Alberto Sánchez publicaba El Perú: retrato de un país adolescente, donde subrayaba el carácter casi infantil de la sociedad peruana para mirar solo hacia sí mismo y ufanarse de sus pequeños logros. El país adolescente supone la reacción extrema ante estímulos fáciles, como el fútbol, consignas seudo-sociales, nacionalismo epidérmico, modas, etc. Mientras, temas cruciales como el mestizaje irreductible creador y mayoritario del país no se asumen, decía Sánchez.
Previamente, el pensador Ortega y Gasset, llamaba la atención de Europa sobre el advenimiento de las muchedumbres, el gentío que había tomado el poder social. Las masas, sostenía, por definición no pueden dirigir su propia existencia, menos regir a la sociedad. Observaba que el siglo XIX había organizado tan bien la vida (el progreso) que, como resultado, crecían las masas, pero éstas no lo reconocen, pues carecen de gratitud y se rebelan contra lo que les ha dado bienestar. Consideran natural lo que cuesta tanto esfuerzo y organización (La Rebelión de las Masas, 1937).
Inevitable aludir a esos ensayos del pasado. No solamente porque esos y otros intelectuales llamaban la atención sobre el cambio fisonómico y cultural de las sociedades, sino porque se enfocaban también en las maneras, en el habla culta versus la grosería, en la calidad de lo noble frente a lo vulgar. Hay ciertas coincidencias con el presente y una radical diferencia: la muchedumbre de hoy es virtual, ubicua, global, omnipresente. Los jóvenes de hoy observan las relaciones de poder de modo diferente, no reconocen banderías fáciles de izquierda o derecha, y se sienten cómodos compartiendo sus vidas con el mundo, por lo cual los costos de estar atrapados en redes les importa menos que el estar conectados.
Es comprensible que todas las generaciones muestren sorpresa e incomodidad con los cambios ocasionados por las nuevas tecnologías, energías y formas culturales. La obra de Zegarra puede inscribirse en ese ámbito también. Pero no se trata de un lamento plañidero ni nostálgico sino de una advertencia sobre lo que se puede y debe corregirse ya, si es que queremos seguir conviviendo de una forma civilizada.
Simplificando, Zegarra nos recuerda que el mundo de las redes es rápido, simultáneo, que propicia el triunfo del exabrupto, mientras que la política de representación de los ciudadanos implica la formación de corrientes de opinión, reflexión, deliberación y confianza, todo lo cual requiere tiempo de maduración.
El mundo interactivo que vivimos debido a la ecología mediática, a la red de medios que empleamos, estaría gestando un concepto de democracia superficial, frívola, donde los tiktokeros e influencers tienden a imponer el populismo y la vulgaridad. La historia nos enseña que la tecnología de comunicación vigente es la manera más eficaz de manipulación de masas, añade Zegarra.
Añadimos que lo sabían muy bien los fundadores de la democracia americana del siglo XVIII cuando crearon periódicos y libelos para diseminar el llamado de la libertad. Lo sabía perfectamente Goebbels cuando logró las percepciones favorables para el nazismo mediante la radio de la época. Claro, que lo sabía Kennedy cuando debatió por primera vez en TV con Nixon, en 1960. Por supuesto que lo sabían Cambridge Analytica y Donald Trump cuando manipularon millones de perfiles de Facebook para sembrar bulos en las elecciones USA de 2016.
En la sociedad virtual en que estamos inmersos, si bien hay gran apertura hacia los otros, ejerciendo la empatía, procurando la sostenibilidad de la biósfera, se adolece de ansiedad y narcisismo. En ese marco de banalidad nada bueno en términos de democracia y progreso, puede provenir de un simple click.