Millones de personas vieron el reciente debate televisado entre Kamala Harris (demócrata) y Donald Trump (republicano) por la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica (USA). Dada su relevancia no sólo para ese país dominante sino para todo el mundo, nos proponemos revisar el hecho desde el enfoque de la propaganda en sus aspectos estratégico y táctico.
No pondremos el acento en los argumentos, que son más relevantes para los votantes. Haremos un abordaje sumamente simple y sencillo, contestando cuatro preguntas claves: el qué, el quién, el cómo y el para qué.
QUÉ. Supone todo lo que se dijo, los argumentos, los temas de fondo y las pullas. En general, ambos contendientes emplearon lo mejor de su artillería, demostrando estar preparados, sin embargo, Trump tuvo chispazos, pocos momentos de propuesta, mientras Harris fue sistemática y logró mostrar que tiene un plan. Trump no dijo nada nuevo, Harris planteó reformas en beneficio de la clase media y de la pacificación en general.
QUIÉN. Cómo mostraron su perfil personal y político. Donald Trump ya era un personaje público, no sólo por la ostentación de su riqueza y por sus programas de televisión, antes de ser candidato y presidente USA. Es alguien controversial en su vida privada y pública. En el debate mostró reflejos de la prepotencia y agresividad del que está acostumbrado al poder. Harris se reveló como una contendiente que no se amilana, que es disciplinada en el discurso y que encarna una opción diferente y viable para ser mandataria.
CÓMO. Ambos estuvieron solventes (no tenían apuntes, ni asesores) en el manejo de los temas que los conductores les planteaban. Harris aguantó a pie firme todas las acusaciones y los insultos que Trump hizo respecto a su capacidad, a la idoneidad de Biden y su administración, a su orientación política (le dijo marxista) y sus orígenes familiares. Trump no pudo contener su agresividad y obviaba mirar a Harris porque ella representa todo lo que le molesta de un rival: es mujer, de color, e inteligente. El lenguaje corporal y los gestos mostraron un Trump soberbio y distante, por ratos vulnerable; mientras Harris se mostraba más humana y próxima, con autoconfianza.
Trump demostró su ego ingobernable. Dijo que no importaban las opiniones de su propio candidato a vicepresidente; que tenía los mejores colaboradores en su gobierno, pero cuando Harris le sacó en cara que muchos republicanos de su entorno la apoyaban, él replicó diciendo que él los había despedido. Trump abusó de las frases efectistas para mostrar su agudeza crítica. Habló con desprecio a los migrantes, llamándoles criminales; comentó un hecho no verificado al decir que ciertos migrantes robaban perros y gatos para comérselos; y acusó a Harris de ser mala negociadora: ella fue a hablar con Putin y con Zelenski, y tres días después estalló la guerra.
Kamala Harris argumentó varias veces que debían pasar la página y cerrar las distancias irreconciliables entre los ciudadanos debido a la política. De hecho, fue ella quien se acercó a darle la mano al inicio del debate; sonreía a veces, o le miraba directamente para dirigir su mensaje. Adujo que un presidente debe respetar la constitución y las leyes y que debe dar el ejemplo. Ella, nunca se excedió en el tiempo asignado, respetó a los conductores del debate, mostrando, además, autocontrol. Trump, abusó de las réplicas y demostró incontinencia verbal.
PARA QUÉ. Qué se proponían en el debate, a quién le hablaban. Claramente Donald Trump se dirigió a sus propios seguidores y a los republicanos. Su argumentación repitió lo de siempre; que su administración fue la mejor de la historia; que a él le robaron la reelección; que no fue responsable de la toma del Capitolio; que los migrantes son una desgracia. Forzado por los comentarios de Harris, prácticamente se ganó más enemigos, criticando a minorías raciales, a los pobres, a jueces y fiscales, a sus detractores del partido, a las fuerzas armadas.
Kamala Harris, habló a los indecisos, a los votantes independientes, a las minorías postergadas. Les convocó a la reconciliación, a encontrar las coincidencias y sumar esfuerzos por la grandeza de su país. Su estrategia era sumar, no perder simpatías.
En toda deliberación política crucial, los argumentos se posicionan entre los polos del miedo o la esperanza. Trump, apostó por el miedo. Si no lo eligen, el país será un desastre; no lo repitió, pero Harris le recordó que había dicho que si pierde correrán ríos de sangre. Él mismo, al reconocerse como un líder mundial en oposición a Biden, dijo que los mandatarios de las potencias le tienen miedo (por ser agresivo y tener opciones drásticas). Harris apostó por la esperanza, por la pacificación del mundo, por generar oportunidades económicas para todos.
La carrera hacia la Casa Blanca tiene todavía casi dos meses por delante y muchas cosas pueden pasar. Pero, a juzgar por el debate, la demócrata, ya arrinconó a Trump contra las cuerdas. El republicano que se las daba de ganador indiscutible, tendrá que repensar su estrategia y sus modos, aunque él siempre hará lo que le parece.