¿Qué es ser un comunicador?

Este tema da para largo, pero empecemos señalando que todos los seres humanos nos comunicamos, aunque no todos sabemos comunicar. Verdad de Perogrullo. También es cierto que es una actividad profesional que posee algo de ciencia y arte, cuyas claves parecen fáciles pero requieren de mucha habilidad y conocimiento, sobre todo experiencia, para adquirir un manejo solvente de su complejidad.

Se dice que el comunicador es aquel que tiene una gran capacidad para transmitir a los demás sus opiniones y para conectar con la gente. También se lo define como la persona que se dedica a transmitir eficientemente un mensaje a un público objetivo a través de determinados medios. Desde algunos centros de formación se dice que el comunicador social es quien ejecuta un trabajo social de informar y convencer por cualquier medio masivo de comunicación. Curioso que todavía se mencione la comunicación social, pese a que por su naturaleza toda la comunicación es social.

Hay pues, numerosas definiciones sobre lo que es un comunicador.  Pero también hay clases de comunicador. Lo más simple es diferenciarlos por profesionales y no profesionales. No obstante, para abordar la respuesta a la pregunta inicial, quizá es mejor reflexionar sobre algunos ámbitos: habilidad, medios, conocimiento y posición.

El comunicador por habilidad

Hay muchas personas que califican como buen comunicador y no precisamente tienen que ser profesionales. Por ejemplo, vendedores de tiendas especializadas, políticos, presentadores de televisión, etc. Se trata de gente que saca provecho al talento especial para llegar eficientemente a los demás, colocando su mensaje en búsqueda de un resultado.

Ese resultado implica la acción de persuadir, convencer, entretener o predisponer a otros hacia determinada convicción o comportamiento. Y para ello, se requiere un conjunto de habilidades. Por ejemplo, la capacidad de observar; saber escuchar y tener empatía; emplear un lenguaje adecuado para su público, a menudo claro, sencillo, directo; y naturalmente, el tener un propósito.

Una persona observadora anticipa qué debe decir, cómo decir y con qué énfasis; reconoce la temperatura de su auditorio y lee de forma correcta las señales de cómo se está recibiendo el mensaje mientras se emite, de modo que va ajustando su intensidad o extensión.

Quien sabe escuchar, presta oídos de modo respetuoso y bien dispuesto hacia el otro favorece que los demás se manifiesten sin barreras, expresen con confianza sus opiniones o sentimientos, o se dispongan a entender mejor lo que se les plantea.

El saber escuchar es una cualidad y habilidad que va de la mano con la facultad de la empatía, que muy pocas veces la desarrollamos. Empatía es ponerse en el lugar del otro, ver a través de sus ojos y de sus actos e ideas para así comprender mejor sus emociones y sentimientos.

Un buen comunicador articula de manera adecuada un lenguaje sencillo y directo en procura de ser eficiente. Recordemos, la mejor comunicación es aquella que consigue el efecto deseado. Entonces, se pone a tono con el interlocutor o con la audiencia, y se expresa, consciente de que el lenguaje verbal se apoya en el lenguaje no verbal. Por tanto, debe conocer sus fortalezas y debilidades al gesticular, al variar la entonación, al poner énfasis con los gestos y ademanes, al manejar las pausas y silencios.

En suma, quien tiene el talento o se ha esmerado en potenciar su habilidad natural de comunicación, a nivel humano, es por cierto un comunicador, aunque no tenga título.

Comunicador en función de los medios

Hay otras personas que son comunicadores en función de los medios que emplean. A menudo, son profesionales que se involucran en la gestión de los medios de comunicación “tradicionales” y que trasladan la información socialmente significativa. Tales medios incluyen a la prensa escrita, la radio, la televisión.

Los nuevos medios son los electrónicos o digitales. Y hay personas que, profesionales o no, los emplean para llegar a amplios públicos, sean comunidades, seguidores, fans o amigos. Como se sabe, el mundo online está repleto de todo tipo de personas que ha hallado en las redes sociales una nueva vía de expresarse, conectarse, entretenerse y de vez en cuando, informarse.

En los medios profesionales periodísticos es casi obligatorio ser un profesional y cuidar ciertos estándares, como la corrección del lenguaje, la búsqueda de la verdad, cotejar las fuentes de información, poner foco en el bien común, etc. Ello es necesario para que la sociedad se informe y adopte opiniones.

Por eso, este tipo de comunicadores trabaja en empresas constituidas como medios que persiguen sus propios intereses, incluyendo los económicos, pero que procuran respetar dichos estándares relativos a la producción de noticias. En cambio, en los medios online lo importante es generar temas y mantener la conversación. Aquí la espontaneidad y la facilidad son condicionantes de lo que se emite. Sin embargo, la velocidad y la improvisación terminan afectando la calidad del contenido.

Es sabido que la mayoría de las personas que accede a las redes es meramente contemplativa, no productora de contenidos. Muchos se limitan a reenviar o compartir lo que otros –incluso de fuente desconocida- suben a las redes. Muy pocos usan su conocimiento y creatividad para aportar contenidos nuevos. Entonces ¿comunican algo? Parece ser que más que comunicadores son público; integran un conglomerado de personas que está ávida de buscar, descubrir, compartir, reenviar, comprar y dejarse inundar por contenidos sugestivos.

Hay, claro está, comunicadores en las RRSS que emulan a los periodistas y pretenden ser formadores de opinión o líderes digitales, o influenciadores. Algunos lo logran, otros son solo diletantes que priorizan el afán de notoriedad, de expresarse sin tapujos, incluso violentado la convivencia. Y devienen francotiradores del tuit, o trolls del suburbio digital.

Unos y otros, los periodistas profesionales y los aficionados de redes, todos emplean las tecnologías y buscan persuadir o sugestionar. La diferencia es que unos tienen criterios de respeto a la verdad y procesos de filtro y edición, otros no.

Comunicador por conocimiento

Este es el que ha estudiado, el que se ha formado y graduado en cualquiera de las especialidades de comunicación y que ejerce profesionalmente la actividad. Más allá de los que comunican en función de los medios, este comunicador suele ser académico, investigador, consultor o comunicador corporativo. Incluimos aquí a los afines, como los lingüistas, los escritores, publicistas y los realizadores en general, que manejan con sentido productivo y técnico actividades que implican el dominio de la palabra y de la imagen, de los recursos audiovisuales.

Este segmento agrupa a los que los caracteriza el conocimiento. Es decir, es gente preparada, que tiene noción teórica y conceptual de cómo se dan los medios, su evolución y cuáles son los atributos específicos de cada medio o canal, así como las peculiaridades de cada público. Las audiencias son distintas, sus necesidades divergen y, por tanto, los mensajes precisan de ajustes y modulación.

Estos comunicadores son versátiles, pues quien ha navegado en la comunicación conceptualmente y la ha practicado en medios profesionales, puede moverse horizontalmente hacia cualquier lugar donde sea necesario crear mensajes, cuidar el contenido y procurar una imagen de alguna organización.

Por experiencia, quienes han trabajado en prensa, en especial en prensa escrita, tienen una mejor base para entender la lógica de los procesos de comunicación y la importancia de cuidar lo que se dice y cómo se dice.

Comunicador por posición

Esta categoría reúne a los profesionales y a quienes, no siendo profesionales de la comunicación, ejercen cargos en los que es de su competencia el manejo de la información en las instituciones, organizaciones públicas o privadas, incluyendo asociaciones y ONG.

Debido a ciertos factores, un responsable de la gestión de la comunicación que no es profesional, está ahí porque la organización lo considera apropiado para el cargo: habilidades gerenciales, simpatía, anuencia interna, trayectoria dentro de la empresa, etc. No obstante, todavía subsisten personas que asumen esas posiciones solo porque el jefe o dueño de la empresa cree que es un trabajo sencillo en el que basta sonreír y socializar. Lamentablemente.

Este grupo de profesionales reconvertidos o reclasificados con seguridad tiene brechas de concepto y capacidad (lo que no invalida su performance), que debería superar mediante la capacitación en comunicación o un equipo que le supla las carencias. Pero, lo que se demanda, finalmente, de todo gerente de comunicación es una sola cosa: criterio.

En esta categoría de comunicador por posición, tenemos que ubicar al DirCom, es decir a los profesionales que son directores de comunicación profesionales. Se trata de un ámbito superior al concepto tradicional de un gerente de comunicación corporativa o de un jefe de imagen o de relaciones públicas.

El DirCom, como señala su propulsor, Joan Costa, es estratega, holista, global, ejecutivo y comunicador. Es alguien que debe prepararse con tanto rigor como el CEO de la compañía, que debe conocer a fondo el negocio como el ejecutivo de operaciones; que debe entender la complejidad no solo de los mercados, precios o tarifas, sino del entorno; que debe reconocer la relevancia de los procesos y sistemas, tanto como el valor de la subjetividad de las gentes y el poder de los stakeholders.

Es alguien que debe lograr un equilibrio constante entre los flujos internos y externos, los de ida y vuelta, la comunicación evidente y la que es latente.  Por tanto, un profesional que funge de mediador de todas las relaciones de una organización y que promueve vínculos sostenibles. Todo ello para crear las mejores condiciones a fin de que la organización alcance sus propósitos. Es una de las actividades más retadoras y complejas de la actualidad.

* Artículo corregido, publicado originalmente el 8 de febrero de 2016 en www.gerens.pe