El verdadero código Da Vinci.

Cierto día de verano, durante el Renacimiento, Leonardo da Vinci estaba mirando unos dibujos en su mesa de trabajo. Le fastidiaba una reproducción de un grabado realizado por el milanés Cesare Cesariano que pretendía plasmar el concepto del arquitecto romano Vitruvio acerca de las proporciones del cuerpo humano perfecto.

Durante el imperio romano, ese arquitecto y constructor, había publicado que un hombre con los brazos y las piernas extendidas podía ser inscrito dentro de las figuras geométricas perfectas, el círculo y el cuadrado, de modo que el ombligo del hombre constituía el centro perfecto de tales figuras.

Vitruvio había proporcionado una larga lista de datos muy detallados: la longitud de los brazos extendidos de un hombre es igual a su altura; un pie es la séptima parte de la altura del hombre; la distancia entre la raíz del pelo y la punta de la barbilla es una décima parte de la altura del hombre, etc.  No sólo se pretendía graficar que el hombre era la medida de todas las cosas, sino que se buscaba establecer un canon funcional para los diseños arquitectónicos sacro-medievales de la época.

Pero el grabado de Cesariano le molestaba a Leonardo, no precisamente por la innecesaria erección con que presentaba la figura del cuerpo humano, sino porque las extremidades estaban forzadamente alargadas para que pudieran encajar dentro del círculo y del cuadrado.

Así que pasó varios días midiendo cada centímetro de las proporciones de diversas personas, e incluso, a solas y ante un espejo, se evaluó él mismo.  Después sacó promedios, y una mañana, decidió hacer su propia versión del canon de Vitruvio.  Tomó una hoja de papel especialmente preparado y empleó un lápiz de punta de metal porque el trazo resultante era una línea fina, precisa, y que por oxidación instantánea daba un color gris oscuro.

El cuerpo humano proporcionado

El dibujo de Leonardo más conocido como el Hombre de Vitruvio, muestra una figura humana no solo maravillosamente proporcionada, sino que tiene la elegancia de sobreponer -casi en movimiento- al hombre en dos posturas: con los pies juntos y brazos a la altura de los hombros extendidos, y con los pies separados y los brazos extendidos a la altura de la cabeza.  Además, para romper la simetría, a la imagen de pies juntos le movió el pie izquierdo hacia ese flanco, dándole una postura muy natural.

Leonardo corrigió los errores del grabado de Cesariano, basándose en datos empíricos.  Sólo el hombre inscrito dentro del círculo mantenía su centro en el ombligo; en cambio el centro natural de la imagen inscrita dentro del cuadrado recaía en un punto encima del sexo.  Este fue el canon del hombre como medida de todas las cosas, el código que nos legó Leonardo.

Por extensión, podríamos decir que una persona tolerante, equilibrada, tiene su centro de gravedad en el ombligo, el centro de sus entrañas; mientras que una persona “cuadrada”, cerrada, más instintiva tiene ese punto cerca del sexo: más lejos del corazón y del cerebro.

El anterior, es un pasaje que nos muestra esa tendencia a proyectar las obras humanas desde nuestro cuerpo.  Es lógico que el universo fabricado por el hombre responda a sus formas, cuerpo, tamaño, pero también a sus sueños y ambiciones.

Desde siempre, una casa se diseña con el espacio suficiente para que las personas se muevan cómodamente: las puertas tienen el ancho y la altura para el paso de la persona, e incluso si se cruzan dos personas sin problema; las ventanas procuran que cuando la persona aviste la calle pueda reposar sus brazos en el borde bajo de la misma.

Hoy, una oficina moderna puede ser ergonómica.  Las sillas, el escritorio, la ubicación del computador, todo está diseñado en función de la comodidad del cuerpo.  La pantalla de la máquina a la altura de la cabeza.  Igualmente, por los criterios de marketing los productos disputan los lugares de exhibición en los supermercados porque lo que está a la altura de la vista capta mejor la atención de los compradores.

 

Fuentes: texto original fue publicado en Oviedo, Carlos, 2014, Organizaciones Espejo, comunicación y empatía para la sostenibilidad, Gerens, Lima, Perú.

Imágenes: reproducciones del grabado de Cesariano y del Hombre de Vitruvio de Leonardo.