Adiós Olimpíadas de Tokio 2020, hola dopaje antideportivo

Casi obligados por las circunstancias (la política, el frío invernal, la pandemia), muchos peruanos no aficionados al deporte hemos disfrutado de los episodios de las Olimpiadas de Tokio 2020, vía las transmisiones de televisión.  Desde luego, ese evento ha sido un gran espectáculo.

Y eso nos ha permitido observar algunos detalles.  Por ejemplo, que los comentaristas deportivos de nuestro país ─pese a sus buenas intenciones─ no están preparados para narrar contextos y detalles de esas disciplinas.

Cuando una atleta rusa obtuvo medalla, uno de esos comentaristas dijo que la música que se oía era el himno ruso.  Después se corrigió y dijo que era el himno del Comité Olímpico Ruso (COR).  No reconoció que se trataba de la introducción del primer movimiento del concierto para piano N°1 de Piotr Ilich Tchaikovsky (el compositor de Cascanueces y Lago de los Cisnes), ni que Rusia estaba impedida de participar como país, de lucir su bandera o su himno nacional.

En efecto, Rusia como país formalmente no ha participado de las Olimpiadas, simplemente porque estaba castigada por hacer trampa.  Un informe contundente demostró ante el Comité Olímpico Internacional (COI) que solo entre 2011 y 2015 más de mil de los deportistas rusos, en treinta disciplinas, habían falseado sus pruebas o habían cometido dopaje, lo cual es inadmisible para un deportista, y vergonzoso para el gobierno que lo fomenta.

EL ESCÁNDALO DE LAS MEDALLAS RUSAS

El escándalo de cómo los atletas rusos ganaban competencias por dopajes que eran fomentados desde el Estado, rebotó en un millar de medios de todo el mundo, en mayo de 2016, pocos meses antes del inicio de las Olimpíadas de Rio de Janeiro.

En ese destape confluyeron el interés de un cineasta norteamericano, Bryan Foguel, que también era ciclista y del ex director de la agencia antidoping rusa, Gregory Rodchenkov. Este, se había refugiado en EE.UU de N.A., luego de que algunas denuncias previas en su país lo sindicaran como el corrupto que cobraba coimas a los atletas para burlar las pruebas de dopaje.

Rodchenkov, deseaba aclarar que él no había cobrado coimas, pero que sí había sido forzado por la agencia de seguridad soviética (FSB) a falsear resultados de ciertos atletas. Foguel había producido un documental sobre el tema del dopaje en el ciclismo.  Sus intereses confluyeron para pedir el apoyo de la consultora de comunicación Sitrick y Compañía, que preparó los informes noticiosos publicados por el New York Times y por el programa 60 Minutes que iniciaron ese escándalo deportivo.

Ello originó el despido de funcionarios rusos implicados, y la exclusión de 118 atletas rusos de la competencia de Río (un tercio de la delegación).  Rusia obtuvo casi un tercio menos de medallas en Río, en comparación con los juegos de verano de Londres.

El atletismo mundial fue sacudido violentamente por las revelaciones de Rodchenkov, quien dio detalles sobre cómo se preparaba dopajes de esteroides que se inyectaban a los atletas rusos, y cómo se falsearon los resultados en los juegos de invierno de Sochi (Rusia), en el 2014.

No había mucha ciencia en eso.  El laboratorio oficial de esos juegos, controlados por Rodchenkov, canjeaba las muestras de orina de los soviéticos mediante un agujero en la pared que colindaba con un laboratorio clandestino.  Se falseaban los resultados y se ganaban medallas. Rusia se impuso con 33 medallas de oro.  Y Vladimir Putin, el presidente ruso, condecoró a Rodchenkov en ese entonces.

LAS PENOSAS SANCIONES

El COI no tuvo más remedio que sancionar con cuatro años de inhabilitación a la representación rusa.  Pero las sanciones fueron más penosas para los dirigentes deportivos que para los rusos.  Con toda la presión de su poder los rusos lograron que la sanción se redujera dos años y ─mediante una leguleyada─ que sólo se les prohibiera el empleo de sus símbolos patrios como la denominación, la bandera y el himno.  En todo lo demás, seguían siendo los rusos navegando con bandera pirata.

Más de 300 deportistas rusos participaron en Tokio, ganaron todo lo que pudieron y se colocaron en tercer lugar.  Durante las transmisiones oficiales, no pudieron obviar la alusión a la nación soviética y mencionaron “rusia” muchas veces.

Todo eso porque para algunas naciones que valoran el poder geoestratégico de su imagen es relevante que sus atletas ganen medallas y que demuestren que son ciudadanos sanos, competitivos y victoriosos.  Aunque Rusia no trata a sus atletas con la generosidad con que se trata a un deportista en los Estados Unidos, por ejemplo, sí los convierte en ciudadanos especiales porque gozan de algunos privilegios que el resto de sus connacionales no tiene.

Aun así, ni eso les permite a sus atletas estar alineados en la línea de partida de los derechos y libertades democráticos.  Cuando hay la libertad de decir no; de oponerse a las presiones desde el Estado; de acceder a medios de expresión para denunciar actos ilegales; de alcanzar justicia; de competir por vocación más que por imposición, se puede jugar limpio.  Mientras tanto, rusia volverá a participar en cualquier evento olímpico, sin haber dejado del todo las mañas.

 

Fuentes: SITRICK, Michael, with Kneale, Dennis, 2018: The Fixer, Secrets for saving your reputation in the age of viral media; impreso en USA, Editado por Regnery Publishing a Division of Salem Media Group, Washington D.C./ Noticias del caso: WWW.lavanguardia.com; https://elconfidencial.com

FOTO The New York Times: Equipos rusos mostraron sus colores y estuvieron en pleno uso de su poderío.