El auto Ford y la Atlántida: sus nexos entre la realidad y la ficción.

El célebre Henry Ford, que popularizó el automóvil al producirlo en serie a comienzos del siglo XX, probablemente no tuvo dudas al concebir su “Ford T” que incluía un motor capaz de generar la fuerza para moverlo: tenía que parecerse a un coche halado por caballos.   Simplemente, al igual que sus predecesores fabricantes de vehículos, copió la apariencia, las ruedas, sus ejes, los asientos, y hasta el color oscuro de los viejos coches.

Es más, en los primeros años de su éxito Ford decía que «todo el mundo puede tener un Ford T del color que prefiera, siempre que sea negro». Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que el equipo técnico y el heredero de Ford decidieran fabricar vehículos de colores para crear segmentación en el mercado.

En los primeros años del desarrollo del ferrocarril, hubo mucha discusión sobre una decisión importante: ¿cuál debería ser el ancho de la vía para el nuevo servicio de transporte?  La decisión impactaría en la fabricación de vagones y máquinas y crearía el estándar para la conexión entre los países.  Como la construcción de las principales redes de ferrocarril estaba a cargo de británicos, fueron estos los que determinaron una extraña medida.  El ancho de la vía sería: 4 pies y 8,5 pulgadas (cerca de un metro y medio).

Bueno, resulta que ése era el espacio que ocupan dos caballos situados uno al lado del otro al tirar de un carro, pero no cualquier carromato, sino el de guerra romano, ya que el paso de esos vehículos dejaba huellas que se convirtieron en las carreteras de entonces.  Curioso, el ancho de vías que hoy emplean los trenes de alta velocidad, se inspira en el espacio que precisaban dos caballos juntos muchos siglos atrás.

Realidad, ¿pura ficción?

Quien ha visto alguna vez imágenes de las islas Palm en la costa Jumeirah de Dubai (Emiratos Arabes), sin duda se habrá quedado sorprendido.  No sólo se trata de un conjunto de islas que son las mayores de tipo artificial construidas por el hombre, y que agregan más de 500 kilómetros de superficie a las playas de ese centro turístico; sino que cuenta con un diseño espectacular solo apreciable desde el aire: todo el condominio tiene la forma de una gigantesca palmera datilera: un tronco, una corona con diecisiete frondas separadas por canales de mar, más una isla circundante a modo de rompeolas.

La palmera artificial tiene la forma de brazos circulares y concéntricos, y en ella hay un lujoso hotel denominado “Atlantis”.  Dirán que es solo otra coincidencia, pero la Atlántida, era aquella ciudad idealizada de la antigüedad, que Platón describió como un centro de poder en una meseta rodeada de anillos concéntricos separados por profundos canales.  Exactamente como esa isla artificial. El nexo entre la realidad de hoy y la ficción de hace muchos siglos.

Así pues, mucho de lo que creamos asume formas, significados que se asocian a lo conocido.  Lo lógico es que se usa un diseño que se apoya en lo familiar, lo que ahorrará explicaciones. Mímesis.

Por eso, no extraña que el gran invento del estribo para los caballos que permitió a ciertos bárbaros ser eximios jinetes y sostenerse firmes sobre la bestia mientras lazaban flechas, prolongara su vigencia siglos después. Estribo se llamó a la grada para facilitar el acceso del pasajero en los coches tirados por caballos, y después el mismo concepto pasó a los automóviles.

Al igual que la mímesis del vehículo de Ford, los postes del alumbrado público de gas y posteriormente del servicio eléctrico, siguieron pareciéndose a las viejas farolas que había que encender en las calles.  Y lo más revolucionario de la tecnología, la red de redes, ha consagrado un término que describe una costumbre y habilidad tan antigua como el hombre.  Cuando usted se mueve por Internet resulta que, en verdad, navega.

Blaise Pascal, el matemático y pensador francés, decía que «(…) todas las cosas son causadas y causantes, ayudadas y ayudantes, mediatas e inmediatas y todas subsisten por un lazo natural e insensible que liga a las más alejadas y a las más diferentes».  Su teorema valida la idea de que todo es interdependiente, que algunas cosas son prolongación de algo lejano y que inclusive lo más nuevo y cercano tiene vínculo con algo insospechado.

 

Fuentes: texto original fue publicado en Oviedo, Carlos, 2014, «Organizaciones Espejo, comunicación y empatía para la sostenibilidad», Gerens, Lima, Perú. / Datos citados por José de la Peña, 2003, «Historia de las telecomunicaciones, cuando todo empezó», Ariel, Barcelona.