La pregunta de por sí pone en duda el triunfo del candidato presidencial argentino Javier Milei, por varias razones. Pero la duda implica también la chance de que pueda sorprender y ganar. La cuestión de fondo es, qué pasaría después.
El debate. Quienes vieron el segundo y definitivo debate entre el oficialista Sergio Massa y el libertario Milei, en su mayoría dieron un empate o relativizaron los efectos de ese encuentro. Massa usó todas las oportunidades y resquicios del encuentro para poner a Milei contra las cuerdas con preguntas agresivas. Milei no pudo desarrollar una buena fundamentación de sus propuestas, usó muchos de sus eslogans de campaña, y cometió errores al ser demasiado franco o ingenuo.
Massa puso los parámetros de lo que debería ser un buen mandatario para que la gente escoja entre él y Milei. Experiencia, capacidad de ejecución, seriedad y autocontrol personal. Si Milei hubiera replicado esa tendenciosa fórmula, quizá debió decir: el presidente debe ser honesto, no comprometido con socios políticos corruptos, debe poder enardecerse ante la injusticia, y cumplir sus promesas. Pero no lo hizo.
Milei no aprovechó para cuestionar los planteamientos de Massa, salvo una sola vez, que atinó a decir ¿por qué no hizo antes todo lo que promete hoy?, ¿Por qué no resolvió los problemas en los sucesivos gobiernos del peronismo kichnerista? En otras palabras, cayó dialécticamente en el juego de Massa de responderle su interpelación. Quizá la única conclusión saludable sería: Milei no es un político tradicional, cara dura, enquistado en los grupos de poder, no es un cínico “de la casta gobernante”.
¿Y si gana? El aparato partidario de Massa controlará prácticamente todas las mesas electorales, con personeros (fiscales) propios. Si el proceso es limpio o se minimiza las malas prácticas, quizá gane. Y si eso ocurre, entonces, se abrirá un período de enorme expectativa de cambio, pero también de convulsión social.
No será fácil para un Milei presidente. Todos los gremios y grupos sociales que viven del Estado se le echarán encima. Todos los poderosos enemigos que lo acechan, incluyendo el Papa Francisco, los judíos y la izquierda radical, no le permitirán avanzar. Aunque el FMI tenga la mejor disposición deberá ser exigente para que Argentina cumpla o renegocie sus abultadas deudas; y eso implicará más ajustes del cinturón. Desenchufar la maquinita del dinero que emite millones de pesos para “poner platita” en los bolsillos de la gente, será un golpe a las economías familiares, que difícilmente entenderá que hay que padecer por un rato para evitar que la inflación pulverice el valor de su dinero. Como alguien dijo, Massa representa la continuidad del cáncer que padece la Argentina desde hace décadas; Milei representa la cura dolorosa.
Foto original: Reuters