Es curioso observar cómo los medios de comunicación han evolucionado de ser objetos de uso familiar a ser objetos de uso personalísimo. Hoy un terminal (smartphone) móvil provee muchos recursos y accesos audiovisuales que nos esperan en el bolsillo. ¿Cómo llegamos a esto? Veamos algunos aspectos de esa progresión.
Cuando el ser humano empleó su capacidad simbólica, esto es, el poder abstraer la realidad, empezó a usar por separado lo que no está separado en la realidad física. Por ejemplo, las propiedades de las cosas y las nociones acerca de las vivencias.
Una piedra tiene peso, color, volumen; esas sus propiedades podemos manejarlas mentalmente sin haberlas separado del objeto. Por tanto, la abstracción es un ejercicio que permite tomar conciencia de la semejanza y la diferencia, distinguiendo el carácter común de los objetos y sus cualidades diferenciales.
Y eso nos permite, además, no sólo apreciar lo que tiene semejanzas sino fabricarlas por nosotros mismos, emulando la naturaleza o proyectando nuestro pensamiento hacia la realidad. Así llegamos al concepto de mímesis para calificar todo lo que se emula o imita, sea o no una hechura humana (ya tratamos el tema en anteriores artículos).
La imitación de los medios
Los medios de comunicación que han segmentado la historia de la humanidad, igualmente cayeron en esas tendencias de simulación, copia, parecido a lo existente, en suma, de mímesis.
En sus inicios, la radio era un aparato poco atractivo, pesado, que incluía una batería y sus válvulas o lámparas a la vista. Después de que se lanzara la radiodifusión con sentido comercial, por 1920, se comenzó a producir los aparatos para uso familiar, y su apariencia tendía a ser la de un pequeño mueble; es decir un objeto hogareño.
Cuando el aparato podía ya conectarse a la red eléctrica seguía siendo algo voluminoso, enchapado en madera, cuyo exterior reproducía la apariencia de fachadas de iglesias o edificios, es así que en España se les llamaba “radios de catedral”.
Con la mejora en la calidad del sonido y la modulación de las ondas (AM-FM) se robusteció la tendencia a ser un aparato hogareño, con patas. Aunque hubo versiones para ser colocadas encima de otro mueble, no fue sino hasta mucho después debido al invento de los transistores, que redujo su tamaño, se hizo portátil y se personalizó su consumo. Pasó a ser un objeto de uso individual.
¿Y qué pasó cuando vino la televisión?
Con la llegada de la llamada “caja boba” ocurrió algo parecido. El aparato de TV tuvo que parecerse a su antecesor, a la radio, y la desplazó del sitial de preferencia en las salas de estar de las familias. Fue diseñado con una apariencia de mueble voluminoso, enchapado en madera, con patas. Ah, y un par de antenas -que por semejarse a cierto animalito-, eran antenas de conejo.
Más allá del diseño y la apariencia, la programación de la televisión copió los formatos preexistentes de la radiofonía. Los noticiarios de radio se convirtieron en los telenoticiarios, incluyendo el flash informativo; las radionovelas pasaron a ser telenovelas, y el entretenimiento que se daba en vivo en las salas de radio, se trasladó a los sets de la TV.
Los periodistas más famosos de los diarios, los conductores de programas, y las estrellas de las radionovelas pasaron a emplearse ante las cámaras causando, por cierto, algunas decepciones. Su palabra o su voz nos hacía imaginarlos diferentes.
En el mismo sentido, hay una movilidad de ida y vuelta entre formatos y contenidos, donde unas veces se copian en los nuevos medios y otras veces regresan a los antiguos, pero en un nivel distinto.
Recordemos que las leyendas y mitos que circulaba la tradición oral(mediante recitadores, trovadores o juglares), se convirtió en la inspiración de libros homéricos y epopeyas que consiguieron identidad por el escrito. Las novelas y el teatro, a su vez, siempre han servido de fuente para el cine y la televisión (“Los Miserables” de Víctor Hugo, o “Romeo y Julieta” de Shakespeare).
Y la fantasía de las pantallas, no sólo inspira los videojuegos y otras realizaciones, sino que retorna otra vez a la oralidad (los cuentos que leen padres y educadores a los niños) y vuelve a los libros: el caso de las sagas que se editan después de que algún film marca una tendencia, como: vampiros, ocultismo religioso, o guerra de los mundos. También los cómics que se elevan al cine después regresan a las colecciones impresas.
Los teléfonos móviles nos dan un mundo de posibilidades.
Voz, música, imágenes, videojuegos, información. Podemos relacionarnos con nuestros contactos, con los que físicamente no están cerca; podemos anticipar el clima y los pronósticos de valores y divisas. Podemos acceder al conocimiento antiguo o más reciente, superando las barreras del tiempo y del espacio. Podemos crear y recrear.
¿No será que estamos imitando la tarea de los antiguos oráculos, que podemos interpretar la bola de cristal de los adivinos, que copiamos a las brujas que leían las señales, o a los magos que traían voces humanas desde las cosas inanimadas?
Fuentes: texto original fue publicado en Oviedo, Carlos, 2014, Organizaciones Espejo, comunicación y empatía para la sostenibilidad, Gerens, Lima, Perú.